El presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, está bajo presión.
El deslave del sábado que dejó al menos 273 muertos y casi 300 heridos se da cuando el presidente registra números récord de impopularidad.
Un escándalo de financiación ilegal en su campaña, un proceso de paz cuestionado por medio país y una situación económica compleja vaticinan un año nada sencillo para el final de su segundo periodo, hasta agosto de 2018.
El presidente se ha puesto, literalmente, las botas para atender la emergencia, que se da en una remota área del país y afectada por la violencia.